Para una recortadora de papelitos

Los labios rojos sin ánimo de conquistar a nadie, los tacones bien puestos en los pasos correctos, la vía hacia el lugar donde los avisos publicitarios pueden inventar una historia. Te paraste en esa esquina con la prudencia correcta que te permite el trabajo, el saludo de siempre con la sonrisa que no siempre es sincera pero si necesaria y costosa. El segundo piso parece ser importante para el mensaje que necesitas comunicar, no sé si es el segundo o el tercero, tu estas en el primero, con la cara que bonita le gusta a uno. Alguien pasa como un niño corriendo donde ti, te trae a Yan Tiersen sin música y te pone a palpitar. Se saludan como conociéndose, nadie pensaría que los pies que pisan ese territorio son los pies que cobijarán sus sábanas, nadie pensaría que el dios de esa construcción también acompañará ese colchón sudado. Te miraste en sus ojos con la ligera esperanza de darle una oportunidad más al amor de primera vista que tanto te gusta. La química se sentó en la nariz aguileña que te miraba más que sus ojos. No importa la estatura cuando todavía se pueden quitar los tacones, llevarte a las paredes donde reposa el cuadro amelilesco del comienzo inoportuno quizás. Crímenes perfectos que se cantan en el carro y la redacción de lasn palabras correctas para el tipo correcto en la cabeza de ella, osea en la tuya. Tienes las ganas colgadas de un diente y la corteza cerebral no deja mandar el mensaje que desde la consciencia te dejaría abrir la bolsita del mejor preservativo. Algo en la intuición que también te gusta te dice que funcionará esta vez y no importa si se parece a un error o si está bien hecho, hoy es hoy te dices y mañana simplemente es otro día. Las caricias después de hablarse con los cuerpos son necesarias, son extrañas para la primera vez. Mirarase a los ojos sin ganas de cerrar los párpados ni por naturaleza, sentir la esperanza entrar lentamente por donde alguna vez entraron otros desamores. Un día te levantás con la certeza de una llamada y no hay ni suspiros desagradecidos, vas rápido porque sabes que lo que sentiste hoy se guarda en el ombligo junto a otros presentimientos, funcionaría sino fuera una historia tan bien contada, una historia de pequeñosa detalles, pequeña Amelie. No bailas tango ni flamenco, pero te gusta, no tyienes 20 sino 21, te gusta fumar y a veces te gustaría fumar menos o dejarlo como bien lo estas haciendo, sabes quien eres pero estas muertita de miedo, es más fácil decir eso a decir "fue un placer jugar contigo", no has jugado con nadie, incluso el mismo tiempo te tiene jugando con palabras y pensamientos. Dejate volar un poco, que la completitud de tu espiritu traerá todos los deseos que se consumen en el alma profunda que te carcteriza, mientras no dejes de ser lo que eres, de llevar los labios de Monroe que siempre traes, de usar los tacones que siempre usas sin tener miedo a ser demasiado grande, porqué quizá para muchos lo eres, de soñar que siempre hay una oportunidad para ver clases de arquitectura mental y construir otra historia más decente, una que le puedas contar tanto a tus hijos como a tus sobrinos, una historia que escribas a las 3:18 de la mañana y te levantes con la última palabra escrita al otro día, ojalá para seguir escribiendo. Guardate los mieditos de los que hablamos en el bolsillo, que s i es posible saldrán luego, por ahora quedan las esperanzas, unas pocas palabras suficientemente elocuentes, un cantante en común, una película, la dirección de tu morada y algunos datos, ¿que queda? nada, pero todo. Es cuestión de que te despiertes con las ganas de hacerte mejor a ti, que un cáncer aparecerá en el tiempo en que sienta que alguien lo estuvo esperando.

Comentarios

  1. Vino hacia mí tapándome los ojos con sus manos y diciendo: “Camina derecho, despacio, no puedes mirar hasta que yo te diga”. Caminé sin ver el destino, hasta que separó sus manos de mi rostro y dijo: “¡ya!”. Abrí los ojos y estaba en frente de Amélie, era un cuadro tan grande como la misma cama que velaba, era su serafina, su única compañía allí, entre rojo y verde lo custodiaba, mirando en todas las direcciones, más perfecta que la Gioconda misma, más bella que nunca esta mujercita mágica era la espectadora de todo lo que pasaría aquella noche.

    Los besos se desbordaron, dominaron el juego de pregunta - respuesta, la ropa prefirió cubrir el piso, mientras que la carne ajena envolvía el cuerpo del otro, entre poros sudorosos y erizados nos entregamos al desnudo. La pasión se adueñó de la cama, las caricias no encontraron límites, los susurros de placer inundaron los oídos, los besos nunca fueron demasiados, la piel ya no fue tan ajena... el palpitar resultó unísono, la mirada en amalgama, los cuerpos consumados en un solo ser y el alma suya derramada sobre mis pechos mojados.

    Silencio, respiración agitada, y posiciones paralelas al techo quedaron luego de violar los protocolos y retar al tiempo, de ignorar los recuerdos y tal vez vulnerar las lealtades.

    -Vos sentís al límite, me sacaste el alma- pronunció con sus labios hinchados y enrojecidos.

    Se repitió una vez más, con confianzas urgentes, afanes de instintos saciados e intuiciones inexplicables de un cuerpo por descubrir. Nos recorrimos de pies a cabeza, con tactos húmedos y besos tiernos, paseé mis labios por su espalda, cuello, orejas, párpados, frente, mejillas y mentón; con la devoción que no tienen las estrellas fugaces o los encuentros casuales. Como si ya hubiera pasado antes, conversamos después del acto, con dotes de naturalidad y costumbre. Me levanté a buscar mi ropa, ignorando su mirada fija sobre mi cuerpo, sus conocimientos de simetría y sus manos de artista.

    ...

    - Pues sí, que me ha encantado jugar contigo. Te he mentido tres veces: cuando te dije que tenía 20 años, cuando te dije que no fumaba y cuando te dije que no siempre usaba tacones. La verdad es que siempre los llevo conmigo, soy bailarina de tango y flamenco y estoy acostumbrada a encontrarme con tipos como vos. Sos igual de predecible que cualquiera, cobarde como todos los cáncer e inseguro como el que llega a los 30, y no se decide entre bohemio y ejecutivo. Sos como todos que se creen ganadores llevándose a una nena a la cama y no les da para entender que el verdadero trofeo estaría en ganarse su corazón, en “quedarse, sin saber cómo o con qué pretexto, pero quedarse” como diría Benedetti, pero vos no entendés de poesía ni sos de retos. Yo pensé que eras diferente, pero qué va, vos no serías capaz de trascender la noche, ni de enamorarme. Igual me ha encantado jugar contigo-...

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