EL SÍNDROME DE LA MUJER MARAVILLA


He descubierto una nueva sintomatología, un nuevo malestar en el mundo, una epidemia que no diferencia el virus, el portador ni el afectado. Genera un sabor amargo en muchas almas solitarias, y el resultado, como todos los resultados humanos, no es más que la insatisfacción.

Es el Síndrome de la Mujer Maravilla, pero aunque tenga la palabra “mujer”  no diferencia género. Lo he descubierto por estos días donde el comercio nos hace sentir más hermosas a las mujeres, al mismo tiempo que impredecibles, insaciables, incomprensibles y todos los adjetivos que empiezan por “i”, incluyendo idiotas. Porque en este síndrome la idiotez es el mayor miedo.

La Mujer Maravilla es aquella dama que se tomó la evolución cultural de los géneros, muy a pecho. La ves por la calle vestida como cualquier otra, cualquier otra decente, por supuesto. A lo lejos refleja la misma inquietud que cualquiera en el mundo, la misma belleza que siempre es subjetiva a los ojos de unos cuantos. Esta mujer se toma el trago que más le gusta, y siempre va a estar rodeada de los que quiere ver.

La sigues observando y verás que ríe a carcajadas, como si la vida le saliera de los poros. Y entonces refleja el primer síntoma: pasión. Ahí, empieza a diferenciarse de las demás mujeres y el virus comienza a gestarse. Si la sigues observando verás que quiénes la rodean sienten una profunda necesidad de su opinión, y esos que la admiran son precisamente aquellos que no padecen y están inmunes a la epidemia.

Cuando te acercas, nace la Mujer Maravilla. La seguridad y asertividad de su voz es evidente, y como me lo dijo alguien alguna vez, este tipo de mujer se nota que se quiere  mucho a ella misma. Por esto llega el segundo síntoma: la seguridad. Y entonces se preguntan las tonterías necesarias que hay que preguntar una primera vez que se ven, qué haces, dónde trabajas, qué estudias, qué tomas, dónde vives, qué piensas de… y empieza a nacer la Mujer Maravilla.

Trabaja de manera incasable porque le gusta. Estudia o estudió, en exceso. Es familiar, sociable y sencilla. Exigente, perseverante y comprometida. Ríe, vive y se goza la vida sin límites. Es equilibrada, y por esto no es escandalosa, celosa o bruja, como suele ser llamada. Es segura al hablar, asertiva e intimidante. Su gran arte es la conversación, su arma es  la mirada, su pesar es la sensualidad que le causa la inteligencia. Se convierte en la Mujer Maravilla cuando deja ver el conocimiento, además cocina, lava la ropa, decora su casa, es amorosa con los niños, es tranquila, reflexiva y divertida.

Es la Mujer Maravilla, lo hace todo y lo hace regularmente bien, menos una cosa, la misma cosa que propaga el virus. Ella es un exceso, toda. Exceso de pasión, exceso de inteligencia, exceso de independencia, exceso de sensualidad. Pero por exceso, no basta. Y al no bastar se propaga el virus. Porque la Mujer Maravilla bien se la lleva con los asuntos masculinos y ¡Que miedo! El hombre sufre del Síndrome porque esta mujer aparenta no necesitar nada. Y se va pensando que nunca va a ser lo suficientemente importante para ella al punto que logre necesitarlo.

Y él se va padeciendo el síndrome, buscando excusas basadas casi siempre en la seguridad que le produce la relación. Porque obviamente esta mujer no produce seguridad alguna, pues en cualquier momento pudiera irse y su mundo no cambiaría, aunque le duela. Y es mejor para el hombre tener la confianza de que le va a dejar una huella. Por esto se va, porque la huella se genera por el peso del cuerpo y si no pesas demasiado para ella, seguro no vas a dejar nada ahí.

Y se va. Pero nunca se va con las manos limpias, siempre se va con la culpa de que no le dio para más el impulso, porque muchas veces no llegan ni al hastío. Y se va con la inmensa duda de qué hubiera sido si se hubiese quedado, y todo lo que se le pasa por la cabeza es que tal vez se hubiera enamorado sin precedentes y hubiera salido con el corazón roto. Pero vuelve a pensar que aquella que se ve tan maravillosa podría haber sido una gran pareja en su vida, y nunca, después de su historia con ella, la vuelve a ver igual. Siempre le queda la duda, la insatisfacción y sobretodo la mediocridad de no haber intentado más.

Y como es la Mujer Maravilla ella va a estar bien y no le habrás roto el corazón a nadie, por eso te irás. Pareciera a veces que ella no tiene uno, porque la domina la razón y la cordura. Pero antes de ser Maravilla fue Mujer, y también, en lo más profundo de su ser, le duele, le angustia, la incomoda. Porque esos hombres que llegan a su vida, que ella eligió para su pasado, siempre los va a llevar adentro. Seguro también son hombres inigualables, inteligentes e irremplazables, y todos los adjetivos que empiezan por “i”, como los de ella. Seguro también son increíbles y exclusivos, merecedores de una gran mujer, pero casualmente no están buscando la mujer maravilla, porque si bien esta heroína anda sola y con cuidado se desaparece del mundo y aparece de repente, como un fantasma que no se va, como una villana buena, como una sensación infinita de “que hubiera pasado si”, como una contrincante.

Sufrimos del Síndrome de la Mujer Maravilla, pero no nos damos cuenta que la mujer realmente ha cambiado. Que no necesitamos demasiado, sino amor. Y que si no creímos en príncipes mucho menos en superhéroes. Y que por eso caminamos por el mundo, padeciendo un alma que el mundo cree viral, y por eso los hombres que lo padecen también caminan por el mundo, con la pequeña angustia de haber sido mediocres queriendo a esta mujer. Y el síndrome se hace real cuando vemos a un montón de personas espectaculares en este planeta, absolutamente solitarias. Pues son los superhéroes los que vienen solos, no los villanos. 

Comentarios

  1. Aquí es donde me pregunto si soy heroína o villana...

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  2. Yo si me identifico totalmente

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  3. Hola es muy buena la reflexión, por que refleja la realidad de muchas mujeres que vamos por la vida sintiéndonos vacías, que al final del día nos sentimos solas... Yo no había leído sobre este síndrome pero creo me identifico con el y me aunque es bonito servir a los demás al final sigo pensado que me falta realizarme como mujer... Sentirme plena.

    Saludos a todas las mujeres maravillas...

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