Me sofoca la sensualidad que causamos. Que desafortunados los que no están aquí, entre nosotros. La obstinación de mi espíritu libre y tu sutil perversidad nos juntan. No suelo dejar instrucciones precisas de cómo tratarme y de ti ni siquiera hablemos. Me gusta así, desmedidos, incontrolables, de esos que quieren hacer el mundo mejor para otros, pero sobretodo, muy sobretodo, para ellos mismos.

Que hago a veces escribiéndote, a veces pensándote, a veces dejándote ser, en mí. Qué hago imaginando que juntos, alguien podría envidiarnos, forzando las indicaciones previas de una señal, que posiblemente no exista. Porque lo que nace equivocado crece en error, pero a los errores, no les tengo miedo, y si viene con tus formas y hasta tus fiestas, supondré que no habrá nada equivocado, sino un placer de solitarios que se descubren, como tantas veces te ha pasado, en la piel.

Comentarios

Entradas populares