Fami

Cuando era pequeña, y me escondía detrás de la puerta cerrada de la habitación, una de esas habitaciones rosadas que generan repulsión al color años después, pensaba que Dios era injusto por no regalarme una hermana. Y la buscaba en las muñecas, las prefería incluso, antes de pensar en que la bebé mona de plástico era mi hija. Ella era mi hermana, y yo cuidaba de aquella muñeca como si realmente existiera. Luego la muñeca no creció, y las ganas de sentarme con alguien cercano a escuchar palpitar juntas un corazón femenino se me hicieron un poco ausencia. Busqué en varios rincones del planeta, llegué a Viena, a Bélgica, a Argentina, a España y encontré varias. Incluso algunas importantes en Medellín. La promesa era que debían serlo siempre, pero lo natural nos ponía sangres distintas a rodar dentro del cuerpo. Y algunas, morían en el intento de mantener aquello que parecía tan cercano. Cuando me dijeron adulta, no necesariamente fue cuando me sentí adulta, descubrí en un sueño a una joven niña. Se parecía a mí. Inicialmente pensé que yo misma, era mi hermana. Pero llegaste tú, con tantos años menos que yo, a escuchar mis historias y sentarte conmigo a hablar de las tuyas. Y a dibujar mundos que parecía no tener cercanía, pero que al final construían una misma decisión ante la vida, un camino a seguir, un corazón que se forma, el tuyo, más a tiempo que el mío. Mis errores parecieron por fin traer una gran bendición, que tu aprendieras de ellos antes de que fueran tuyos. Y cuando te tengo, la habitación rosada y la niña solitaria esperando un hijo de mamá que ya no llegaría después del último, se vuelven un recuerdo distinto. Verte crecer por ejemplo, ver desenredar los crespos anarquistas de los que ya no queda nada, crecer contigo por dentro y por fuera, reirme de tu risa, lo que más me ha acercado a ti, la alegría que camina por tus lunares, saltando uno por uno. Tenerte cerca y saber que no te irás, porqué por fin corre por las venas la misma sangre, y la pinto de la mía y la pintas de la tuya para que quede todos los días más parecida. No tenemos que compartir padres, y aún así compartimos hermandades. Soñé teniéndote cuando estaba en mi cuarto y jugaba a las muñecas. No jugamos ahora a crear mundos con señoritas de plástico, sino a construir sueños que vienen como estampidas a cumplirse. Por ejemplo, ahora te tengo. Mi hermana.

A JVG.

Comentarios

  1. Se me aguaron un poquito lo ojos. Yo tambièn tengo una hermana muchísimo menor, sólo que antes de ella, tenía 3 hermanos ya a los que adoro.

    Mira, por si querés ver, un post donde hablo de mi hermanita http://laluaja.blogspot.com/2008/07/mara.html

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