YING-YANG

“Cuando ellas lo deciden se tiran al abismo, pero se tiran juntas” Viste de blanco para agradar, camina sin dudar que está viviendo, fuma lo que prefiere en la mayoría de los casos por decisión racional, sonríe con nobleza, es referente de amor, pinta sus pasos con colores y amarra cualquier música a tus dedos, gusta a todo el mundo, es romántico, apasionado, sincero, delicado, su futuro importa, el mío también. Su música es su fiesta, su silencio sus miedos, su disponibilidad su entrega, su dios el universo. Flamenco entonces. Viste de negro para asustar, camina sin ganas y fuma cualquier cosa en la mayoría de casos sin razonamientos pendientes. Tal vez no se bañe los domingos, su cuarto sea una caverna de oscuridad y sus mujeres también. El rock es su religión, los zapatos viejos sus patines, sus tatuajes cicatrices, su música la soledad, su franqueza el mayor peligro, su dios la negación. Rock entonces. Dos antagonistas, un cuerpo, una naturaleza que nunca es suficientemente natural. La balanza, el ying-yang, la bipolaridad, el ring. Aún así nada, aunque parezca propio de mí, me justifica los opuestos, nada sustenta el dos. Seré pálida para el negro y oscura para el blanco, seré insuficiente al fin de cuentas. Nada puedo exigirme a mi misma sino lo puedo controlar, entonces presiono el botón de los impulsos. Me quedo con el amor del blanco, la delicadeza, los cigarrillos, la cocina, el dios, los besos, lo infantil. Me quedo también con las manos del negro, los colores opacos, la música, los tatuajes, el peligro, las letras y la soledad. Me quedo con ninguno porque a ninguno le haré falta, ninguno lo merezco demasiado. Caminaré por ahí sola y temeré de querer de más, de vivir de menos, pero estaré sola. Andaré tratando de no recordar, omitir el presente vivido y el futuro olvidado, entonces como si nunca los hubiera encontrado porque siempre fueron de mí, de mis vicios saldrá el rock and roll y de mi rostro lloverá flamenco. Dedicación a Vero.

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