JADED- lo leerás.

Donde quedan los tiempos de niñas, donde la luz del sol permitía el baile latino que lamentablemente nunca nos caracterizó. A donde se van las ganas de compartir un espacio independiente con ella, donde se oscurece la imagen que solía pasar como prioridad por las neuronas que explotaban junto a la ciudad que soportaba los pasos pisados. En que lugar de mi cuarto guardo la fotografía de los momentos vividos, de donde la saco si solo existe en mi cabeza. Con quien me tomo un café por las mañanas, por las tardes y se me acaban los cigarros precisamente porqué otra boca me acompaña a fumarlos. Como puedo querer menos si me hizo amiga y madre al mismo tiempo. A donde llevo la constante de no saber donde está, cómo está, donde se ha metido. Una paradoja caracteriza la situación, así como ha caracterizado al ser humano desde que conoce el lenguaje que nombra. Había una banda sonora que siempre debió recordarnos quién éramos y desde que la perdimos de vista nos perdimos independientemente. Recuerdo verme al espejo desvanecerme a mi misma, un rostro que se quebrantaba en la medida que sus problemas se hacían los míos. Un vientre me parió sola y un ataúd habrá luego de acogerme, en mucho tiempo, que quede claro. Los detonantes llevarían a quererla poco, pues retar el sentido del perdón con la muerte es saber que sencillamente no se puede perdonar. Aún así escribo porque no hay manera de sentir más amor que dedicando palabras, aún así la pienso cada vez que voy a oscurecer mis actos en decisiones que por salud de todos parecieran ser clandestinas. No está agotada, hostigada o cansada, tiene los años de una niña encima, los problemas en pañales, las ganas de sentir más, vivir más, amar más, palpitando de la decisión de ponerse o no cualquier vestido. La quiero porque me enseñó a quererla y no quiero verla porqué también me ha enseñado a eso. Me gustaría entenderla así como alguna vez me dijo que intentaría hacer lo mismo conmigo, pero no hay comprensiones que justifiquen la ausencia cuando la decisión ya está tomada. A la niña que conocí, a la que creció conmigo, a la que se enamoró, perdió la razón, se volvió a enamorar, justo a mi lado, a la que fumó, aprendió a bailar, escribir, soñar, pensar para adelante, a la que debería saber con quien salir, con quien vivir, con quien soñar, a la que está en mi recuerdo, le escribo, a la otra no, porqué no es el jaded del que algún día dependió mi columna vertebral.

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