Libertad es volver a la madre.

Una vez se sentó a mi lado cuando era pequeña. Me habló de los hombres y de las desconfianzas, y se fue sin dejarme entendimiento alguno. Sucedió de la misma forma que llegó a mí Silvio Rodríguez o Joan Manuel Serrat, me sorprendieron así la edad no fuera consecuente con ellos. No puedo buscar la libertad en las letras de José Martí o Simón Bolívar, mucho menos en la emancipación femenina o en el simple escape de un pájaro enjaulado. La etimología del nombre me la ha dictado cuidadosamente, cuando sin querer me significa lo que busco: volver a la madre. Entonces has vuelto a tu madre y yo a la mía, a la naturaleza que simboliza el embrión de cuando estábamos en el vientre, solos, cada uno por su lado, al otro extremo del mundo, naciendo independientemente, sin necesidades de un tercero distinto al de batita blanca. Y los últimos días la caja de madera también nos tendrá solos, a excepción de que es posible que algún tercero llore, porqué sí. Entonces si es tu naturaleza moverte por ahí con la soltura con la que has nacido y es mi naturaleza seguir mis instintos como siempre lo he hecho, juguemos a que volvemos a la madre mientras volvemos a nosotros mismos. Esa vez que se sentó a mi lado cuando era pequeña, no me presentó a la soledad, que venía de manera entrañable, pegada de su mano.

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