Estás.

Estás como el comienzo de una idea, una conversación de seis horas continuas o un consejo preciso sin añadidos. Estás como si formáramos a veces una nueva institución política, una sociedad, una familia casi sanguínea, una organización fértil y generativa, como un descubridor de facetas mías, algunas tan deplorables y detestables que te hacen heroico solo con quererlas entender, estás como un guía, un maestro incuestionable, una voz alta de mi inconsciente con el que por fin puedo sentarme a discutir, sin espadas. Estás padeciendo esa cara que sabes que no me gusta mostrar, la debilucha y romanticona, que hoy se inspira en saber que respiras cerca, esa cara que te agradece desde una posición de humildad, que me permite la escritura, tu inmensa presencia, que más que figura es acción, en la existencia que me habita. El romanticismo se ha desviado porque se destinó a la pareja, cuando un socio, amigo, hermano como tú, merece más grandes manifiestos. Estás comprendiendo sin juicios, cuestionando sin herir, acompañando sin ser “un compañero”, desmitificando las relaciones tradicionales y limitantes de la amistad para expandirlas y duplicarlas en nuevas posibilidades que empiezan en una microsociedad y terminan en el análisis cuidadoso de todas las cosas, como si se formara quizá una versión moderna de una asamblea constituyente, donde los que estamos aquí somos activistas de una nueva idea: una amistad completa, porque está por encima de lo erótico aunque lo haya conocido, por encima de lo familiar porque hasta la hermandad se me hace corta, por encima de los malos supuestos que los mediocres de ideas, nos dan en la calle. Si ellos supieran que tenerte cerca solo trae una sensación de alegría, respaldo y confianza, te aprovecharían como yo lo hago. Tu lealtad devocional me ha destruido tabúes, el regalo que más retribuyo, porque estás como un individuo sano, que es capaz de ser demasiado individuo y también ser demasiado sociedad, una persona respetable, militarmente admirable, es decir, indiscutible. Estás y has estado este tiempo, de múltiples formas y representaciones, todas tan claras y transformativas que me han acompañado a crecer, no hay palabra tuya que no se convierta en una ley y no hay discusión contigo que no me regrese a mi estado original y puro. Si pudiera desearle algo al mundo es que se permitan evolucionar sus inertes relaciones, las que matan porque socialmente deben matarse, cuando es en el siguiente paso que se descubre amores de este tipo, de esos que están dispuestos a grandes batallas, que más que entender comprenden, que más que aconsejar son un espejo, que perfeccionan el individuo, lo inspiran, lo motivan, lo invitan a avanzar. Estás a veces como un padre, otras como un hermano, otras como un amigo, otras como yo misma y otras como lo más complejo y al mismo tiempo básico de ti, pero siempre estás como el honesto, transparente, espontáneo y auténtico que siempre has sido, el confiable, el que me llevo hasta el final de mis días, el que persigo, el que quiero visitar en algún lugar del mundo, cuando tengas los hijos y nietos que niegas que vas a tener, y te toque por política darme el rol de la alcahueta que te visita una vez cada tantos años, para sentarme contigo en una silla, como ancianos que se niegan a envejecer, para pretender que es otra de las conversaciones que cambiarán las visiones del mundo o nos cambiarán a nosotros, solo por diversión, que es siempre el principio de todo. Gracias por nacer, existir y existirme. Muchos cumpleaños me deseo contigo.

Comentarios

Entradas populares