Cara o sello.

Agradecer es lo último que queda en el interminable elenco de proyectos pendientes, una estrategia que he utilizado para despedirme, principio de mis conductas más admirables, como disfrutar la maldad que a veces me habita o provocar que te miren mientras tienes sexo. Mi mejor juguete. Bueno, y entonces debería empezar a enumerar lo que suntuosamente he aprendido en este tiempo, como recuperar mi increíble habilidad de desprenderme o motivarme a coquetear para frecuentar mi alcance. Además de intimar con mis perversiones que buscan la asfixia en un orgasmo o buscar conflicto en la más mínima conversación. Un placer que me invita a repetir solo con escribirlo. El propósito es que ciertamente no quiero irme, porque empacar o escribir esto, que termina siendo lo mismo, me gusta como me gustan los nuevos comienzos, que suceden todo el tiempo, como las flores que le aparecen a mi albahaca o los huesos que se asoman en mi cuerpo. Así. Y entonces gracias, a este tiempo que no quiero contar, porque logré impresionarme con lo fastidiosamente generosa que puedo ser, gastándome un poco más de lo que me gasto, solo porque envejecer me parece, entre otras cosas que la gente detesta, divertido. Porque te obliga a despojarte de la vanidad y te ceba el intelecto. Gracias porque pasaste por aquí para que no me doliera, sino que me duplicara, porque deduje que cuando se acaba el juego y la aventura, se acaban las cosas conmigo. Entonces mi vida se me hace una expedición, sin miedo si quiera a sonar arrogante, una exploración por otra relación que si termina, fue porque ya aprendí. Entonces puedo asegurar que me gusta ser más cómplice que pareja, más las artes ocultas que las explícitas y más los balcones, las terrazas, el sexo desenfrenado, las plantas y el polen, que la cama, el misionero erótico y la proteína animal. Me gusta porque la aventura a veces, pareció nociva y eso me despertó inquietud. Volví a repetir el rol de la amante, así me lo nieguen con fervor, asegurándome a mi misma que si me correspondía una mitad, entonces yo también debía ser a medias. Un principio de justicia, que también reconozco en este invento. Como otras tonterías que me dieron ilusión de avanzar, para no aburrirme, como la picardía, el amor libre y las palabras de un buen maestro: “hay pocas parejas de este tipo que logran encontrarse”. Y aplaudo que así sea, porque lo supe desde el comienzo, cuando me dio vértigo que entraras a mi cuerpo sin preguntar o cuando me dio decepción verte la cobardía. Bueno, ya sabemos que jugamos bien, que nadie salió perdiendo y que el ajedrez que algún día se puso en nuestras narices, fue para recordarnos que nadie iba a dolerse. Definitivamente no quiero irme, es la verdad, pero es lo que tengo en estos momentos, ganas de hacer algo más significativo, como tener sexo en un avión a cualquier parte o pintar una casa en el campo, o conseguirme un nuevo proyecto en donde se piense menos y muy posiblemente, se haga más. Me voy, deséame que encuentre un cómplice mejor que tú, o un tú en otro momento menos tensionante, para no perder la fe en que las cosas si pueden reinventarse o para no tener que irme tan lejos. 


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