Otra cosa.

No es un amor de aeropuerto de dos que van hacia diferentes lados y les quedan cinco minutos; no es un amor marítimo que sabes que no va a regresar, que dura lo que unas vacaciones y duele toda la vida; pero tampoco es de los que siempre regresa, con la confianza de que persistentemente existirá alguien disponible, ni es de esos que no corren el divino peligro de estar solo, que tienen declarada la apropiación y el adueñamiento, que se mueren porque se dieron por asegurados. Es un amor que viene de otra vida, porque no quiere entender al otro, solo quiere observar cómo va el alma en el proceso. No es de los que quieren ser esto ni aquello, porque no tiene ninguna pretensión, casi que necesita fe o ilusión para ver lo romántico que no se ve, que consiste en la complicidad de una mirada de microsegundos, que trata de ser lo que será, con miedo de dar los primeros pasos para no asustar al otro, con miedo de extrañarse de más o algún día necesitarse y perder el control que otorga la austeridad emocional, un amor que cruza desde el centro de uno hacia el centro del todo, que le saca la voz a la palabra, que prefiere los abrazos que las promesas porque son más confiables, la mirada detrás de la mirada y la verdad exacta, que es lo único que no hace daño. No es un amor romántico sino cicatrizado, desconfiado pero al mismo tiempo cansado de desconfiar, que se va inventando una nueva forma de hacer las cosas ojalá bien, que va ablandando suspicacias, un amor espectador porque no quiere hacer demasiado, que se sienta a observar como el universo desbarata los nudos de su pasado y le resuelve las preguntas que nunca se preguntó, limpiando el lienzo, sanando la herida, teniendo la certeza de que en algún lugar se puede estar sembrando quizás, una posibilidad. Un amor que alarga los orgasmos, que expande los límites establecidos, que invita a la aventura así a veces sea locura, que se disuelve en los proyectos y las ideas, que juega el juego del otro y que espera el movimiento para saber cómo jugar, que tiembla de miedo y placer, que duerme tranquilo. Es un amor ocupado en cosas que no son el amor, que tal vez no tenía tiempo esta vez para encontrarse, o más bien este era el tiempo oportuno para encontrar otra manera de amar, en la picardía, en la complicidad, en la cooperación, en la representación de los socios, los amantes y los amigos, en aprender algo nuevo, como finanzas básicas, inversiones etéreas o pintura de mural, que está dispuesto a todo en las crisis, pero no sabe exactamente porqué, un amor que salva porque es una almohada, porque es un abrazo, porque es el agua después de un tiempo de sed. Un amor que se define en alegría y que destruye lo que ha sido el amor, hasta estos tiempos y que parece ser, el amor correcto o cualquier otra importante cosa.

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