Delirios de domingo

Te siento respirar, casi siempre al mismo ritmo que el mío, como si lográramos conciliar los corazones, como si tuviéramos un trato, como si consistiera en estar cerca para acordar el mismo afán, los mismos descansos, las mismas prisas, como si existiera un reloj que sólo creamos los dos, un tiempo del que nos apropiamos, un espacio que ya incorporamos a la rutina. La música que hacen los amantes y los cómplices, la que no requiere palabras, la que se comporta como una sincronía o una melodía, que no empieza ni termina, que carga la sensación de unas vacaciones pero al mismo tiempo de un gran proyecto. Como el ritmo silencioso de un parpadeo, que nadie ve pero que existe, como el espacio en vacío que está entre aplauso y aplauso, que pareciera estar inerte pero que es justo ahí donde la acción sucede, como la música que existe en el silencio, que siempre aparece detrás de todas las cosas, con ese bienestar que te pone una sonrisa y al mismo tiempo esa picardía que te inspira el juego. Me gustan tus ritmos y tus formas, me gusta cuando tus pestañas se acuestan en mi mejilla, cuando me aprietas hacia ti sin anunciar, cuando te involucras en el juego. Me gusta sentir que a veces no quiero que te vayas, que me inspires a escribir cualquier cosa, o a pintar alguna pared, o a cocinar cualquier invento. Quédate un poco más, así te den nervios mis travesuras, así creas que tienes demasiadas tensiones para sumar otra, quédate para seguir haciendo ritmos juntos, que más es lo que nos aportamos que lo que nos dañamos, que somos más un equipo que camina hacia adelante a un par que se devuelve por comodidad. 22:56 pm. He hablado demasiado. Sólo quería decirte que, te siento caerme muy bien. 

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