Medita

Es cierto, ante su sola presencia el hombre puede transformarse. Me ocurre a mi todo el tiempo, cuando siendo una mujer social y casi fetichista con la compañía, encuentro en la introspección una luz a la oscuridad de la ignorancia del ser y entonces me doy cuenta que ya no soy la misma.
Los exploradores de mente abierta suelen dejar fluir sus propios aprendizajes y terminan encontrando en todas las esquinas rasgos de su insoportable ego, pero también expresiones de madurez espontánea que son sólo invitaciones a un mejor vivir. Eso suele pasarme, queriendo abrir aún más mis ojos, estar todavía más despierta.
Más allá de lo enriquecedor y al mismo tiempo doloroso que pueda ser el proceso, tiene un sabor a verdad profunda que lleva a la libertad y tranquilidad del ser y a la iluminación de la conciencia, los conceptos más parecidos a la felicidad, y entonces me convenzo de que existe otra manera de vivir.
Sobrepaso el conservatismo religioso y todos los otros tantos movimientos de infelicidad que han etiquetado la búsqueda del ser y el autoanalisis como misticismos dignos de sospecha y reprensión. Los sobrepaso porque aunque la rebeldía a lo institucional a veces resulta útil, el padecimiento de una fuerza interior agradecida y bella considera hasta el conflicto con lo eclesiástico como un asunto que perdió fervor.
Y es entonces cuando descubro que aquí dentro de nosotros mismos habita la bondad de un ser superior, fenómeno de cualquier sensación interesante y foco del verdadero encuentro espiritual. Y respiro, como si fuera el único gran acontecimiento que tuviera que hacer en este momento presente y perfecto, respirar.

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