Pelos en la lengua



El malestar atormentó la razón antes de terminar el último sorbo. Me miré al fondo de la taza temiendo encontrarlo. Si era un hombre en quien pensar al final el complejo edípico me llevaba a uno solo, el fecundador del cuerpo que me cubre, el culpable que por bien intencionado se hace inocente. El espejo de un vaso plateado me reflejó enseguida, era yo misma al fin de cuentas, tratando de encontrar las causas de un sentimiento que me aturdía. Estaba sensible aquella noche, sensible como ésta. Recordé los ojos, todos los ojos de aquellos que alguna vez me habían mirado y me sentí extraña buscando en mí lo que ellos encontraban. Algunos hablan de sensualidades torpes, esas que se tropiezan con mis pasos de Rock and roll mientras enfriaba el Ginebra en hielos granizados. El rostro coqueto un poco embriagado en una noche de neones oscura como las almas que me persiguen. La autoestima definiéndose en un baile solitario al rincón de un bar. Ojos cerrados, el pelo siempre negro y virgen, víctima de la única corporalidad que no han tocado terceras personas para irrumpirla. La música en el cuerpo, como si ocultara los movimientos que en el sexo se agudizaban. Los hombres miran, siempre terminan mirando, ellos también víctimas del boyerismo de pensar una masturbación femenina vista en pequeña medida en un cuerpo de una mujer alta danzando sola, sin necesidad de ser tocada. Se acercan buscando la bohemia reflejada, las drogas que denoto y que nunca han danzado por mis sangres. La potra bien vestida que habla todo tipo de lenguajes –al final hispanos- incluyendo el de la calle. Me canso del exquisito sabor de ser mirada y me voy porqué algo en mí me hizo adicta a los adioses, al sexo en sitios públicos y al peligro de enamorarme, en este último huyendo antes de que suceda. Otros de los que me miran piensan que soy interesante. Interesante porqué a veces la sátira se pone en mi boca, justificación de corromper las conversaciones con libertades que no se esperaban. Porqué leo todas las noches, soy aficionada al cine y algunas obras de arte sin sentido me ponen a llorar. Interesante porqué piensan que en medio de vulgaridades he aprendido a poner las palabras en un sitio que suena adecuado. Otros de esos mismos creen que estoy loca y algo les gusta. Yo lo niego pero negarlo podría convertirme en una demente cuya condición es casi consolable. Loca porqué la espontaneidad ha desaparecido lentamente del mundo y algunos ripios se esconden tras mis pecas. Me gusta cantar sola y fingir que alguna vez fui una artista a la que el Ginebra no le cobran. Me gusta la soledad porqué en ella encuentro espacios que la gente me quita. Mientras la guerra para algunos son las calles la guerra para mí es mi almohada. Otros, quiénes conocen mis besos, no pueden alejarse. Es porqué en ellos el olor a cigarrillo y etílico les recuerda una mujer que no los necesita, y un reto en su profundo les dice que pueden enamorarme. Decidí que el hombre que se refleja en mi vaso, aquel del que llevo mis genes no se reflejará más en los idiotas que se me acercan. Empezaré por encontrar los que no se ausentan en momentos importantes, esos que te obligan a acompañarte así uno sienta que puede con el conflicto de manera autónoma. Los que no se asombran con los pelos monos y los senos gigantes, y más bien se suspenden en una ridícula peca que les hace un buen cuadro al lado del botoncito rosado. Los que trabajan hasta el viernes, pero el sábado se toman el tiempo de disfrutar un café amargo al lado de la desnudez y el silencio. Los que no mienten y aceptan sus propios errores, y sonríen casi todo el tiempo porqué simplemente no pueden sacar de sí un placer inevitable que les denota la vida. Los que no cambian un hogar por sexo, porqué conmigo no habrá hogar de criaturas sino más bien un viaje eterno hasta los últimos rincones del planeta. Los que no aman y no dicen que no lo hacen, porque ellos son los que conocen lo que sienten y no se desesperan por nombrarlo. Aún sabiendo todo esto me cansé de suspirar feminidades que me han hecho fuerte, porqué la fortaleza espanta la mitad que Platón eligió cuando la androginia se mencionó por primera vez en su banquete. Nadie encontrará en mí más de lo que ve, entera me he mostrado, y mi mitad no está en estas tierras. No pertenezco a las tribades, pero me he creído el mito. Donde sea que esté ese ser, no es bienvenido todavía, pues en mis adentros alcanzaré el Olimpo y entonces estaré preparada para la vista panorámica que me permitirá elegir la parte que le hace falta a la mía. Y entonces volveré al andrógeno.




Comentarios

  1. Daniel Vásquez24 jul 2010, 13:44:00

    Hala Natalia... yo se que en la tropa no era que hablaramos sino que solo cruzabamos sonrisas y medio el saludo, pero la verdad queria decirte que me gusta tu forma de escribir y que te felicitooo lo haces muy bien. Un abracit

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  2. Catalina Echeverri Mora24 jul 2010, 13:46:00

    Nati..estoy sorprendida..demasiado bacano todo tu blog de Inedicion!!

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