APOLOGÍA AL OPONENTE

Tiene el rostro inseguro, parpadea con más tiempo de por medio, sufre de ansiedad, llega veinte minutos tarde, es débil a la carne humana casi como una sanguijuela, aplaude a las mujeres villanas. Tiene mi nombre, vive en mi cuerpo, respira mi aire y se pega de lo poco que le deja el sístole. Tiene más fuerza que la que le dieron a quien a mi se parece, y me somete a mi misma como si tuviera más ganas a todo que voluntad. Es irrespetuosa, imprudente, indecisa, callada, impulsiva, alcohólica, casi drogadicta e indecente. Desea de más pero se reta menos. Ella te besa cuando estas dormido, ella va a tu cama mientras una guitarra reemplaza un cuerpo femenino, ella te pone entre mis piernas, te abraza por detrás, te deja adentro y afuera, te mira fijamente mientras le da bienvenida a ese que si es mi cuerpo, a ella se le relega que puede engendrar un daño ajeno no a mí. Fui de esa mujer un período, el lapso en que mi sangre desapareció de mi cuerpo, pero no dejaba de pensar en el rojo incambiable. No siento remordimiento, solo miedo, miedo a que el juego no se cierre, porque no ganamos ni perdimos todavía, a que subsista como un círculo abierto, donde siempre podrás entrar y salir a tu manera. Hay una parte de mi que te pertenece; no volverá a existir el peligro sin ver tu cara, y como el peligro existe todo el tiempo constarás los segundos sin tocarlos. Tengo miedo, ya no a terceros, sino a lo que pueda sentir cuando te veo si nunca nos dijimos adiós. Y el no poder saber si ese sentimiento -de querer vivir lo que me he negado a tu lado- hace parte del oponente o es mío, no identifico si lo que viene está bien o mal, solo lo aceptaré con el impulso irracional que desde que te conocí me ha caracterizado. Y me molesta, demasiado me molesta el saber que no solo le gustas a mi otro, sino a mi misma, aunque sea ese otro que yace dentro de mí que decide estamparle un beso cada vez que le da la gana mientras lo que a mi se parece se muerde los labios y permanece dormido, mientras pasa el temblor. No me preocupo, vendrán otros, a una mujer solitaria no le faltan los cigarros, los hombres pasajeros y la buena música. Me toca llamarme solitaria, porqué según tú la libertad ya no me caracteriza, siendo que antes me nombraba. Tengo que decir además, que otra cosa que me duele es conocer la hermosa resignación con la que te diste por vencido, han luchado inferiores personas por mí y contigo me toca lucharte dentro de mi misma, no solo porque tu ya no lo haces desde tu puesto sino porque la pelea en tu nombre es una pelea con mi propio espejo.

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