BIENVENIDO A MI CUERPO

Bienvenido a mi cuerpo. Un beso con exploración de cavidad que me calle lo mucho que hablo es la mejor estrategia para empezar. Se besa así: para un lado, para la mitad, para el otro, alrevés, sin labios, con labios, sin lengua, con lengua, sin morder y mordiendo. Se besa así, justo como lo haces, que no estorben las narices que hasta ellas se pueden besar. Se coje del cuello un poco, a veces queriendo meterte por la boca toda la cabeza, a veces simplemente sosteniendo el beso en la parte alta de mis hombros (es que hay que sostenerse porque si no te elevas demasiado). Los ojos se abren solo cuando son para compartir miradas, sino se cierran, a no ser que el camino cambie y la oreja empiece a matar el ojo, a hacer caritas, porque por ahí hay un desvío interesante. La oreja, dos puntos. La oreja, viene como otra cavidad cosquillosa, que sola no viene siendo nada, pero con lengua, con manos, con alientos, se vuelven todos los sentidos y no solo el de la escucha. Sigue bajando un poco, la cabeza atrás, donde no se guarda ni un solo pensamiento, algunas pecas empiezan a aparecer, ahí poneme un beso. Un poco más abajo y ocuparé mis manos en tu cuerpo. Ahí las pecas abundan por montones, te regalo unas si las sabes coger. Pasa de lado otra vez. Cuidado con el ombligo, es absolutamente peligroso y podría ser el lugar que me domina o el que me saca un mounstruo, en mi recomendación lo pasaría por alto. Viene lo otro, ahí casualmente también hay pecas. Podés dar la vuelta hasta el otro lado si querés, si sabés como, pero asi como lo haces es perfecto. Baja un poquito más, el camino dual entre las piernas, ese caminito inexplorado se lo regalo a tus dedos, a tus yemas, a tus huellas digitales, ¿entendiste? Te lo regalo, con libertad de hacer con el cuanta cosa se te ocurra que después de eso no tendrás que bajar más sino volver a subir un poco. La parte de atrás de la rodilla, una rótula que despertó sensibilidades extrañas, eso me gusta. Los pies, los tobillos, manejarlos es difícil, pero mientras te subes a mi puedes agarrarlos y sentirlos con los tuyos, como otro beso de partes, como a veces sientes mi boca con tu boca, o mis manos con las tuyas. Atrás es bonito, creo. Hay una marca que llevaré por siempre, a ver si Da Vinci me recuerda las formas de ser creativa. También hay pecas. Abajo hay alguna piel que sobra, pero no sobra tanto como para regalártela y que hagas con ella lo que quieras, esa me la quedo. Luego adentro. Adentro no es una cavidad oscura, es lúcida incluso. Cuando entras es un poco incómodo y estrecho, pero luego te encuentras con mis pensamientos así simples, como vienen, con mi sentimientos de las maneras más sinceras, con mis silencios y mis gritos, con lo que he hecho y con lo que no, con mis 21 años, con mis 9 que a veces tengo y con mis 45 que también cargo otros días. Te encuentras con algunos miedos de pronto, nada que no se pueda solucionar poco a poco, luego unas risas sin sentido y música, tengo mucha música. No me hables, mírame, que por ahí también te puedes meter a mis adentros, cámbiame la melodía y con ella el ritmo, eso me gusta, encuéntrate con las pecas de adentro que tampoco puedo negar, las manchas de vida que me han dejado otros, pero nada que no se pueda borrar con una mancha más interesante. En el estómago hambre, curiosidad eterna. En el hígado, un poco de excesos y vino (que no consideraría exceso). En los pulmones, vicios. En el corazón una artitmia que ni yo puedo controlar, a veces las neuronas y a veces el sístole autónomo. Quien sabe. Bienvenido a mi cuerpo, te digo, no solo por la piel que cae sobre los huesos sino la dermis de adentro, las tripas, la sangre y los sesos, las neuronas que me activas y me desactivas, el cerebro que a veces pierdo. Bienvenido a mi cuerpo que el tuyo, el tuyo si que me ha caído bien a mí.