Lo que no te digo.
Los ingenuos te ven la seducción y la generosidad pero solo los que te saben, la manipulación. Creciste sin el otro, sin la empatía o la compasión, con la ley que te conviene, la obsesión desmesurada, la búsqueda de conflicto social y el egoísmo, disfrazado de orgullos y complejos sin causa y resentimiento. Tu pulsión es la tiranía y la culpabilidad enmascarada detrás de una supuesta argumentación. Te fastidia conocer genuinamente a cualquiera, porque en lugar de amar sus conflictos decides destruirlo, criticarlo, destrozarlo, desmentirlo, desnudarlo, desarmarlo, para sentir que nadie te merece, para autodenominarte solo, para no lograr trascender la persona que has inventado de ti mismo y en la que decidiste enquistarse, por obsoleta diversión. Te seducen los exteriores cómo seducen las formas sin fondo a los ordinarios y por eso te sirven las primeras impresiones, no te escapas de los juegos coquetos y la idealización de mujeres nobles e inútiles, que terminan por dominarte, tan fáci